Pink bubblegum
Alejandro Castillo Montoya y Fernando Bayona
Políticas del cuerpo e identidades: artes, educación y acción social
TPINK BUBBLEGUM se plantea como una doble propuesta. De un lado y a modo de fotoensayo, se presentan los resultados didáctico-plásticos obtenidos por el alumnado de la asignatura Las artes visuales en la infancia del Grado en Educación Infantil de la Universidad de Granada, desarrollados en un taller piloto impartido por el artista plástico Alejandro Castillo en la Facultad de Ciencias de la Educación en el Campus de Melilla. De otro, un taller presencial de 45 minutos de duración abierto a los participantes del congreso, aunque podrá ser seguido virtualmente. El proyecto explora la conexión existente entre el chicle y el sexo como estimulantes sensoriales y formas de expresión personal e interacción social. En él se establecen varios juegos conceptuales y visuales implícitos, desde la elección del color rosa (símbolo históricamente asociado al colectivo homosexual); el concepto bubblegum pop (como estilo de música pop comercial destinado a preadolescentes y adolescentes); el término bubble butt como forma para definir vulgarmente un “culazo” o cierta forma de pasividad; o implicaciones de calado más científico que entroncan con los componentes que constituyen el chicle y la cola de poliuretano usada para el desarrollo práctico del taller. En ambos casos polímeros sintéticos, como así también lo es el ADN presente en la saliva, conformado en este caso por biopolímeros naturales. Esta cola, como material de la gran resistencia y flexibilidad, metáfora del carácter resiliente de un colectivo que ha tenido que adaptarse y redefinirse continuamente; y el chicle como símbolo del capitalismo, la cultura del usar y tirar, en clara referencia al consumismo de cuerpos que se producen en las apps de intercambio de sexo tan presentes en el colectivo. Partiendo del análisis de la obra Suite Segond del artista francés Bernard Frize, y la relación existente entre chicle-azúcar y deseo-sexo como fundamentos que a nivel biológico producen en el cerebro efectos de similares características gracias a la liberación de dopamina, ese potente neurotransmisor responsable de hacernos sentir placer. La propuesta se plantea como un taller de experimentación, una suerte de juego subversivo en el que los participantes fabricarán su propio “chicle” desde parámetros y posicionamientos cercanos a la pintura expandida, en la que se pone de manifiesto que la identidad es una adición y acumulación de influencias culturales. Un proyecto colaborativo que da como resultado la creación de una pieza escultórica en la que los participantes jugarán a “pegar” su chicle en una silla con claras referencias escolares a modo de acción subversiva de un sistema obsoleto, donde se nos invita reflexionar sobre las diferentes formas en que el cuerpo y la identidad se entrelazan con los objetos y las experiencias cotidianas en nuestra cultura actual.
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